Respuesta a Caretas TV
Thursday, November 30, 2006
A los enemigos gratuitos hay que cultivarlos, porque son el mejor filtro para calibrar nuestros aciertos: aquello que les duele más, es aquello que hacemos mejor. Hace unas semanas, Gustavo Faverón y yo rechazamos la reseña negativa que una periodista de CARETAS hizo a una novela de Ampuero. Desde entonces, nos han llovido insultos de parte de un par de personaje de TV y anónimos en internet que usan un lenguaje sospechosamente parecido al de Pimentel. En dicho artículo, sin embargo, además de los insultos de siempre, se me difama.
Es una mezquindad (que rechazan todos los que estuvieron relacionados al programa en esos años) decir que mi ex productor Hernán Medina fue en una época el único responsable de Vano Oficio. A nivel de contenido, siempre he sido yo el responsable, y en el lado de post-producción tanto Hernán como yo compartíamos el mérito luego de horas en la isla de edición donde ambos aportábamos ideas. Lamentablemente, hace unos años alguien hizo creer al ex gerente del canal que yo no solo no hacía nada sino que incluso me apoderé del dinero de un premio. Eso fue suficiente para que arbitrariamente, sin pedirme explicaciones, me despidieran del canal. Felizmente, pude conversar con el ex presidente Eduardo Bruce y éste me contó lo que se decía por los pasillos. Demostré entonces, con documentos, que la Fundación Príncipe Claus ofrece premios a personas pero también a instituciones, por lo que si hubieran querido premiar al programa lo hubieran hecho directamente. Además, que mi candidatura fue propuesta muchos meses antes de que existiera el programa, a raíz de un artículo sobre mi obra publicado en Holanda. No tuve relación con la Fundación hasta que gané el premio, así que nunca vieron un video de Vano Oficio. El premio me lo otorgaron en calidad de ser un escritor con proyección (Vargas Llosa hizo la presentación de mi obra) que, además, participa escribiendo reseñas y dirigiendo un programa de TV. Todo esto se lo hubiera dicho también a Pimentel si me consultaba, pero él prefirió publicitar un chisme. Desde entonces Vano Oficio es una coproducción y mi sueldo depende de conseguir un auspiciador, pues el canal no lo asume. Por ello, trabajo gratis hace dos años.
Ciertamente, no existe ningún conductor de programa literario en el mundo que no haya sido acusado de mafioso. En mi conciencia queda que jamás he invitado a alguien pidiéndole una compensación y que todos los logros que he obtenido como escritor o agente cultural han sido en mérito a mi obra, aunque la arrogancia de algunos que creen tener una opinión canónica no les permita aceptarlo. Además, en el programa presento escritores de cualquier estética y generación, “excluidos” o “hegemónicos”, de diversos tintes políticos. Jamás he censurado a nadie aunque, como absolutamente todos los directores de programas de entrevistas de cualquier medio, solo invito a aquellos que tengan algún interés para los espectadores. Si alguien no alcanza un nivel de calidad, o pretende levantar broncas de cafetería, ¿para qué convocarlo? Muchos escritores, a los que invité en atención a su obra, como Tulio Mora y Jorge Pimentel declinaron. Un amigo me convenció que debía invitar también a Miguel Gutiérrez, pese al reparo que tengo por su postura política. Lo hice, pero tampoco aceptó. ¿Qué hacer? En el Perú existe una fuerte división ideológica entre escritores y yo puedo representar ante algunos el grupo social que rechazan, y temen que les saque en cara sus discutibles simpatías políticas (en algunos casos incluso apologéticas de Sendero Luminoso); o simplemente les parezco “sobón” porque mantengo mi amistad con Ampuero y Cueto, y rechazo que juzguen sus obras sin argumentos.
En fin, algunos creen que tener un programa de TV o un blog literario tan leído me confiere un poder supremo y, desde entonces, si no pongo a X en mi antología, o si no lo reseño, es porque lo he “censurado”. No es así. Simplemente, ejerzo mi opinión y si discuto con alguien lo hago con argumentos y no con insultos o difamaciones, como lo prueba este artículo.
Es una mezquindad (que rechazan todos los que estuvieron relacionados al programa en esos años) decir que mi ex productor Hernán Medina fue en una época el único responsable de Vano Oficio. A nivel de contenido, siempre he sido yo el responsable, y en el lado de post-producción tanto Hernán como yo compartíamos el mérito luego de horas en la isla de edición donde ambos aportábamos ideas. Lamentablemente, hace unos años alguien hizo creer al ex gerente del canal que yo no solo no hacía nada sino que incluso me apoderé del dinero de un premio. Eso fue suficiente para que arbitrariamente, sin pedirme explicaciones, me despidieran del canal. Felizmente, pude conversar con el ex presidente Eduardo Bruce y éste me contó lo que se decía por los pasillos. Demostré entonces, con documentos, que la Fundación Príncipe Claus ofrece premios a personas pero también a instituciones, por lo que si hubieran querido premiar al programa lo hubieran hecho directamente. Además, que mi candidatura fue propuesta muchos meses antes de que existiera el programa, a raíz de un artículo sobre mi obra publicado en Holanda. No tuve relación con la Fundación hasta que gané el premio, así que nunca vieron un video de Vano Oficio. El premio me lo otorgaron en calidad de ser un escritor con proyección (Vargas Llosa hizo la presentación de mi obra) que, además, participa escribiendo reseñas y dirigiendo un programa de TV. Todo esto se lo hubiera dicho también a Pimentel si me consultaba, pero él prefirió publicitar un chisme. Desde entonces Vano Oficio es una coproducción y mi sueldo depende de conseguir un auspiciador, pues el canal no lo asume. Por ello, trabajo gratis hace dos años.
Ciertamente, no existe ningún conductor de programa literario en el mundo que no haya sido acusado de mafioso. En mi conciencia queda que jamás he invitado a alguien pidiéndole una compensación y que todos los logros que he obtenido como escritor o agente cultural han sido en mérito a mi obra, aunque la arrogancia de algunos que creen tener una opinión canónica no les permita aceptarlo. Además, en el programa presento escritores de cualquier estética y generación, “excluidos” o “hegemónicos”, de diversos tintes políticos. Jamás he censurado a nadie aunque, como absolutamente todos los directores de programas de entrevistas de cualquier medio, solo invito a aquellos que tengan algún interés para los espectadores. Si alguien no alcanza un nivel de calidad, o pretende levantar broncas de cafetería, ¿para qué convocarlo? Muchos escritores, a los que invité en atención a su obra, como Tulio Mora y Jorge Pimentel declinaron. Un amigo me convenció que debía invitar también a Miguel Gutiérrez, pese al reparo que tengo por su postura política. Lo hice, pero tampoco aceptó. ¿Qué hacer? En el Perú existe una fuerte división ideológica entre escritores y yo puedo representar ante algunos el grupo social que rechazan, y temen que les saque en cara sus discutibles simpatías políticas (en algunos casos incluso apologéticas de Sendero Luminoso); o simplemente les parezco “sobón” porque mantengo mi amistad con Ampuero y Cueto, y rechazo que juzguen sus obras sin argumentos.
En fin, algunos creen que tener un programa de TV o un blog literario tan leído me confiere un poder supremo y, desde entonces, si no pongo a X en mi antología, o si no lo reseño, es porque lo he “censurado”. No es así. Simplemente, ejerzo mi opinión y si discuto con alguien lo hago con argumentos y no con insultos o difamaciones, como lo prueba este artículo.