Cáscara de nuez
SIENTO, LUEGO EXISTO
El título "Permiso para vivir", del primer tomo, se ha vuelto "Permiso para sentir" en el segundo volumen de las "Antimemorias" de Alfredo Bryce Echenique.
Sentir equivale a vivir. Ser insensible (o devenir en tal acostumbrándose a la miseria física y moral del Perú descalabrado por los pésimos gobernantes de toda la vida, con los extremos pavorosos de Alan García y Alberto Fujimori), pero también reprimir el sentimiento y la intuición a nombre de la razón o diversos valores (familiares, patrióticos, políticos, artísticos, etc.) significa estar muerto en vida. El tema principal de "Permiso para sentir", sobre todo en la segunda parte, es la relación conflictiva con la realidad peruana, a la que Bryce comenzó a descubrir en toda su complejidad siendo estudiante de la Universidad de San Marcos y terminó por asumir en Europa 'descubriéndose' un peruano en el que prendió pronto el deseo de volver. Empero, al volver, comprendió que era un 'extranjero' irremediable, en un sentido cercano al de Camus, sintiéndose ligado y desarraigado en todos los países que ha vivido. El Perú le duele y le "inspira rabia y azarea" (Vallejo, Trilce XXXVI); la absurda realidad peruana le da derecho "a meter la pata y a la risa" (Trilce LXXIII), siendo su testimonio sobre el Perú uno de los más hondos y honestos, nobles y angustiados, que haya tejido escritor alguno. Parte sustancial del vínculo con la patria es la familia (la patria mínima), a la que aborda con "sonido y furia" (Faulkner). Y, por cierto, los amores y las amistades, esenciales en la cosmovisión de Bryce, la verdadera patria de su corazón; en ese punto, Bryce se siente privilegiado, culminando en su actual felicidad con su esposa Anita Chávez. Entrelazada a esos grandes temas, emerge una y otra vez la vocación literaria y cómo lo ha llevado a romper con ataduras diversas: familiares, patrióticas, laborales, etc. Destaca su deslinde con el 'boom' y con la disciplina flaubertiana, la defensa de su escritura intuitiva, sentimental, sanguínea y digresiva, bajo las enseñanzas de Cortázar, Ribeyro y Monterroso (en otros libros subrayó a Proust y a la novela sentimental inglesa, Sterne principalmente). Añádase su labor como profesor y conferencista, brillante y lúcido, ameno e informado, conforme he podido constatar acompañándolo a Trujillo y Piura (costa), Cusco (sierra) e Iquitos (selva) en actividades organizadas por Petro-Perú: "a nivel laboral, lo más grato y positivo de aquellos años. Y humanamente fueron inolvidables" (p. 612). Actividades en olor de una multitud que lo quiere porque lo siente entrañablemente. Alfredo: gracias por sentir. Y por hacer que sintamos sin medida ni clemencia, trémulos de emoción, jaraneándonos (con dolor y todo, misma nuestra música) en tus páginas.
El título "Permiso para vivir", del primer tomo, se ha vuelto "Permiso para sentir" en el segundo volumen de las "Antimemorias" de Alfredo Bryce Echenique.
Sentir equivale a vivir. Ser insensible (o devenir en tal acostumbrándose a la miseria física y moral del Perú descalabrado por los pésimos gobernantes de toda la vida, con los extremos pavorosos de Alan García y Alberto Fujimori), pero también reprimir el sentimiento y la intuición a nombre de la razón o diversos valores (familiares, patrióticos, políticos, artísticos, etc.) significa estar muerto en vida. El tema principal de "Permiso para sentir", sobre todo en la segunda parte, es la relación conflictiva con la realidad peruana, a la que Bryce comenzó a descubrir en toda su complejidad siendo estudiante de la Universidad de San Marcos y terminó por asumir en Europa 'descubriéndose' un peruano en el que prendió pronto el deseo de volver. Empero, al volver, comprendió que era un 'extranjero' irremediable, en un sentido cercano al de Camus, sintiéndose ligado y desarraigado en todos los países que ha vivido. El Perú le duele y le "inspira rabia y azarea" (Vallejo, Trilce XXXVI); la absurda realidad peruana le da derecho "a meter la pata y a la risa" (Trilce LXXIII), siendo su testimonio sobre el Perú uno de los más hondos y honestos, nobles y angustiados, que haya tejido escritor alguno. Parte sustancial del vínculo con la patria es la familia (la patria mínima), a la que aborda con "sonido y furia" (Faulkner). Y, por cierto, los amores y las amistades, esenciales en la cosmovisión de Bryce, la verdadera patria de su corazón; en ese punto, Bryce se siente privilegiado, culminando en su actual felicidad con su esposa Anita Chávez. Entrelazada a esos grandes temas, emerge una y otra vez la vocación literaria y cómo lo ha llevado a romper con ataduras diversas: familiares, patrióticas, laborales, etc. Destaca su deslinde con el 'boom' y con la disciplina flaubertiana, la defensa de su escritura intuitiva, sentimental, sanguínea y digresiva, bajo las enseñanzas de Cortázar, Ribeyro y Monterroso (en otros libros subrayó a Proust y a la novela sentimental inglesa, Sterne principalmente). Añádase su labor como profesor y conferencista, brillante y lúcido, ameno e informado, conforme he podido constatar acompañándolo a Trujillo y Piura (costa), Cusco (sierra) e Iquitos (selva) en actividades organizadas por Petro-Perú: "a nivel laboral, lo más grato y positivo de aquellos años. Y humanamente fueron inolvidables" (p. 612). Actividades en olor de una multitud que lo quiere porque lo siente entrañablemente. Alfredo: gracias por sentir. Y por hacer que sintamos sin medida ni clemencia, trémulos de emoción, jaraneándonos (con dolor y todo, misma nuestra música) en tus páginas.