Un lugar llamado Oreja de perro
Revista de Libros/ p. 40
Febrero 2009- número 146
Un lugar llamado Oreja de perro
En la literatura latinoamericana, tan celebrada por las expansiones del realismo mágico, hay una corriente menos caudalosa pero igualmente interesante que podría llamarse realismo minimalista. Realismo porque se aboca a situaciones concretas y contemporáneas; minimalista porque las observa de manera elusiva e indirecta, casi alegórica, recurriendo a estilos verbales de una descarnada lucidez. El gran innovador de esa tradición es Rodrigo Rey Rosa (Guatemala), pero recientemente escritores como Eusebio Rosero (Colombia), Daniel Sada (México) y Alejandro Zambra (Chile) han contado historias sencillas que nos llevan a intuir complejas realidades sociopolíticas. Aunque situada en las antípodas del alegato, esta literatura se distancia prudentemente de la autonomía fantástica. Libre de moralina, es una literatura moral.
Lo mismo puede decirse de la de Iván Thays (Lima, 1968), cuentista, novelista, profesor universitario, presentador de televisión y flamante finalista del premio Herralde de novela. Un lugar llamado Oreja de perro transcurre en el Perú de nuestros días, donde se repiten las dinámicas más básicas del deseo y la desdicha. El narrador sin nombre, el ex corresponsal de guerra y ahora periodista televisivo, llega al pueblo andino para cubrir un “intento populista” del presidente de turno: establecer una Comisión de la Verdad. Oreja de Perro, donde hay fosas clandestinas, fue muy golpeado por el terrorismo de los años ochenta, y conmemorando la tragedia, el gobierno busca erigirlo en un símbolo de la reconciliación. La memoria, personal o social, es uno de los ejes temáticos del libro. Abundan las simetrías. Uno de los habitantes del pueblo no recuerda nada desde el accidente automovilístico en el que murieron su esposa e hijo.
El narrador, mientras tanto, querría olvidar la muerte del suyo y el derrumbe de su matrimonio. Un tercer personaje, Jazmín, esconde una relación violenta con un militar, al tiempo que planea una venganza.
Mediante tópicos conocidos pero finamente calibrados, Iván Thays arma un relato cuasipolicial en el que un observador de fuera presencia las taras de una sociedad, y en el proceso, se redime a sí mismo. La escritura es frugal pero fibrosa, los personajes reconocibles, la trama hondamente satisfactoria.
Martín Schifino
Febrero 2009- número 146
Un lugar llamado Oreja de perro
En la literatura latinoamericana, tan celebrada por las expansiones del realismo mágico, hay una corriente menos caudalosa pero igualmente interesante que podría llamarse realismo minimalista. Realismo porque se aboca a situaciones concretas y contemporáneas; minimalista porque las observa de manera elusiva e indirecta, casi alegórica, recurriendo a estilos verbales de una descarnada lucidez. El gran innovador de esa tradición es Rodrigo Rey Rosa (Guatemala), pero recientemente escritores como Eusebio Rosero (Colombia), Daniel Sada (México) y Alejandro Zambra (Chile) han contado historias sencillas que nos llevan a intuir complejas realidades sociopolíticas. Aunque situada en las antípodas del alegato, esta literatura se distancia prudentemente de la autonomía fantástica. Libre de moralina, es una literatura moral.
Lo mismo puede decirse de la de Iván Thays (Lima, 1968), cuentista, novelista, profesor universitario, presentador de televisión y flamante finalista del premio Herralde de novela. Un lugar llamado Oreja de perro transcurre en el Perú de nuestros días, donde se repiten las dinámicas más básicas del deseo y la desdicha. El narrador sin nombre, el ex corresponsal de guerra y ahora periodista televisivo, llega al pueblo andino para cubrir un “intento populista” del presidente de turno: establecer una Comisión de la Verdad. Oreja de Perro, donde hay fosas clandestinas, fue muy golpeado por el terrorismo de los años ochenta, y conmemorando la tragedia, el gobierno busca erigirlo en un símbolo de la reconciliación. La memoria, personal o social, es uno de los ejes temáticos del libro. Abundan las simetrías. Uno de los habitantes del pueblo no recuerda nada desde el accidente automovilístico en el que murieron su esposa e hijo.
El narrador, mientras tanto, querría olvidar la muerte del suyo y el derrumbe de su matrimonio. Un tercer personaje, Jazmín, esconde una relación violenta con un militar, al tiempo que planea una venganza.
Mediante tópicos conocidos pero finamente calibrados, Iván Thays arma un relato cuasipolicial en el que un observador de fuera presencia las taras de una sociedad, y en el proceso, se redime a sí mismo. La escritura es frugal pero fibrosa, los personajes reconocibles, la trama hondamente satisfactoria.
Martín Schifino